¿Cómo escribir un cuento como Arturo
Belano, con un universo propio tan complejo y coherente en su condición
demencial? Debe este esfuerzo tener pizcas autobiograficas, una buena capacidad
de observación crítica del mundo, que en muchos sentidos hagan el esfuerzo de
corresponderse con la infinidad de aspectos significativos de la vida moderna
y, por supuesto, mucho de imaginación narrativa, que junto al rigor, son con diferencia los dotes más
difíciles de conquistar. La imaginación narrativa es quizás lo más difícil, un musculo
difícil de ejercitar en formas no alucinogenas aprensibles por la conciencia.
Es completamente anárquica, pues aparece cuando le da la gana por mucho que se
le invoque. En mi caso, además, aparece muy a cuentagotas y sobre la marcha, jamás
como una premonición nítida o como una epifanía que posteriormente me posee para
narrarle. En Belano veo en cambio el dominio sobre esos aspectos. Seguro que ya tenia
alguna idea buena antes de narrarla. Ideas que además parecen ser muchas veces
experiencias subjetivas, aderezadas con algo de imaginación. El secreto
probablemente sea el de permanecer sumergido en esa “edad de siempre” del verso de
Gabriela Mistral que el propio Belano y Warnken rememoran e intentan descifrar en un ya viejo conversatorio. Se me hace que esa "edad de siempre" carece de fronteras
precisas entre realidad y ficción, como cuando intentamos hacer una narración
de la niñez en la que la inocencia de esa época nos llevaba a concebir la
experiencia liberada de las ataduras categoriales. Por eso abunda lo onírico en
esos recuerdos. Si la vida es un viaje hacia la conciencia, quisiera
confortarme en que en muchos años más recordare estos con similar nostalgia
fantasiosa para así poder colorear el paisaje gris que a veces parece gobernar
mi percepción de la existencia. Ser viejo debe ser lo mejor del mundo,
pasarsela sumido en los recuerdos, siempre y cuando controles los esfínteres.

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