jueves, 13 de marzo de 2014

JESUSOCRATHECESFECALES


¿Qué si es posible ser católico? De que lo es, lo es, aunque con algunas lecturas de la filosofía de la historia y particularmente centrándome en la filosofía griega nacida con Sócrates, me resulta inverosímil la existencia del mitológico Jesús, pilar de la religión católica. Me parece que no es más que una versión remozada de Sócrates, fabricada por varios glosadores griegos y romanos que con el correr del imperio descubrieron la oportunidad de consolidar su poder a través la religión. Respecto de Sócrates, incluso respecto a él también tengo mis dudas acerca de su existencia, pues más bien creo que es un alter ego idealizado de Platón. El punto que les une es que ambas figuras reconocen -más allá de las virtudes que a todos nos han enseñado- una presencia e impulso inicial que motiva su actuar.
En el caso de Sócrates aquel Daimón esta constituido por el designio de los dioses enunciado por el Oráculo. Pese a lo rompedor del método socrático y al giro fundamental que este le da a la historia de las ideas, es un personaje que esta inserto en su tiempo y lugar, puesto que pese a lo peculiar de su actuar, todo cuanto hacía tenía su origen en la profecía del oráculo. Que decir de Jesús, el hijo del hombre (o hijo del Daimón debiéramos decir) que todo cuanto hizo con su subjetividad no fue más que el cumplimiento de los designios de Dios padre. En un momento Jesús titubea: si no lo recuerdo mal, es en el monte de los olivos en el que Jesús clama a Dios »¡¿Por qué me has abandonado?!«. Su Daimón le ha condenado a dejar la existencia terrenal y no conociendo otra, el corpóreo Jesús, evalúa estos designios por breves instantes como una traición. Probablemente Sócrates sintió algo parecido en algún momento, pues en su afán de falsear la palabra del oráculo y provisto de su ironía, se vio condenado a morir por los designios de su Daimón.
¿Podemos realmente contemplar como figuras  evocadoras de la sabiduría a Sócrates y a Jesús sabiendo que finalmente todo su ministerio radicó en dar ejecución al impulso de un supuesto Daimón, genio o Dios, anterior a ellos, que les susurró al oído sus deberes? Desde luego, y omitiendo la respuesta a una pregunta tan comprometedora, diría que en cualquier caso, ambas figuras carecen del mérito para reconocer en ellas verdadera radicalidad de subjetividad.
En últimas, ninguno de ellos adoptó un camino por la vida con libertad radical que es la de responsabilizarse de los propios pasos sin acudir a un Daimón como impulso en el actuar. Es cierto que todos tenemos un algo misterioso que nos mueve a ser actores, pero me temo que los referentes de subjetividad que históricamente hemos adoptado nos conducen al peor de los relatos de predestinación posibles que tienen que ver con la existencia superior de Dioses a los que debemos respeto y sumisión. Ello inevitablemente nos educa en la obediencia y en la aserción de verdades incuestionables.
Con estas limitaciones iniciales y careciendo nuestra libertad de la radicalidad que deviene de responsabilizarnos de nuestro pasar, es bien poco el margen que tenemos para ser actores de nuestra existencia, estando condenados a adecuar nuestras existencias a los cánones socialmente aceptados.
Si me preguntan con quién me quedo, me quedo con Sócrates. No el griego, sino el brasilero, el doctor Sócrates. Futbolista como hubo pocos, campeón del mundo con esa mágica selección de Brasil del año 70, fue un activista político a través del futbol conformando la democracia corintiana de su club, el Corintians de brasil. En un tiempo en el que Latinoamérica estaba asolada por las dictaduras, el Doctor Sócrates promovía la vinculación democrática del grupo humano que conformaba. Sin pretender ser modelo de coerción alguno sino una subjetividad radical, Sócrates fue un borracho empedernido, muriendo de cirrosis hepática sin tener más de 60 años de edad. Un joven que hasta bien entrados los años de su existencia, jugó futbol en ligas de fútbol semiprofesionales. No será modelo de subjetividad de nadie como si lo fue su tocayo, pero sin duda la vida y muerte de Sócrates nos dan cuenta de alguien que si se hizo cargo de su vida sin apelación a Daimón alguno. Vivió y murió en su ley. A fondo.

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